domingo, diciembre 11, 2005

Carta al Niño Dios


Querido niño Dios, este año hice lo que mejor pude, aunque siempre se puede mejorar. Quise con el corazón, con lealtad y transparencia, dije mentiras pero piadosas, me equivoque y a veces pedí perdón, lo mínimo que me robe fue un beso, trate de hacer ejercicio los domingos, pero no es lo mío.

Este año ya no quiero pedirte juguetes, ni ganas de pedirte un novio, un viaje, un carro, una casa, unos hijos, el reconocimiento… la felicidad, en ultimas juguetes.

Este, que ha sido el año en el cual la incubación se completó, quiero pedirte que no me dejes caer en la tentación.
En la tentación de necesitar querer, en la tentación de no oírme, en la tentación de huir, en la tentación de volver, en la tentación de dormirme, en la tentación de mentirme, en la tentación.

Niño Dios este año necesito encarnar a un valiente domador de leones furiosos y tigres de bengala para poder meter mi cabeza en las fauces de mis demonios, dominar mis monstruos, hacer pasar a mis miedos por círculos de fuego, que mis temores salten de un cono a otro al oír mi voz, se den la vuelta y muevan la cola como gatos y que al sonido de mis palmas se despidan del apreciado público.

También quiero un cohete para poder salirme de orbita y ver las cosas desde lejos y no asustarme con la inmensidad absurda de mis problemitas de señorita. Y que el cohete me sirva para poder dejar algunos satélites en orbita.

Quiero una brújula que no señale el norte o una estrella lejana, quiero una, inventada por mi, que me señale la estrella de mi vocación.

Y no te vayas muy lejos que no me gusta despertarme sola